miércoles, 22 de junio de 2011

Es magnífico esto de ser perroflauta


De repente y después de muchos años, he redescubierto el valor de la asociación ciudadana en estas pequeñas “tenidas” de jóvenes y no tan jóvenes  de Aranjuez que discuten problemas comunes y cotidianos, alejados de la demagogia y el engaño partidista organizado. Ojo. No reniego de esa formulación política descubierta por los liberales franceses. Solo de esta formula española que está utilizando los recursos públicos en beneficio privado, que está funcionando como una Camorra napolitana con sus leyes de silencio y venganza incluidas y disfraza sus desmanes  con el barniz cuarteado del interés general.

Aquí hay verdadera vida pública. No en el sentido mendaz y delincuente del término actual sino en el más original concepto de la res pública. Sin liderazgos falsos. Sin argumentaciones sofistas. Solo preocupaciones normales y corrientes para hacer la vida más llevadera y las ciudades más humanas.

A todo eso lo han llamado de todo. Antisistemas, ingenuos, aprágmaticos, poco reales. Lo que vienen a ser los “perroflautas, según la arquitectura mental tóxica de los ingeniosos acomodados propagandistas del régimen. Tras lo que viví ayer, en una pequeña comisión que se planteaba formas nuevas de participación y modos de cambiar el paso a los ayuntamientólogos, considero de todo punto necesario reinventarme. Sí a este modo de concebir la ciudadanía puede llamársele “perroflauta”; no me cabe la menor duda de que debo asumir como un valor esa etiquetilla concebida como algo denigratorio .  Es magnífico esto de ser un perroflauta y trabajar, y preocuparse, y comprometerse con nuestro futuro colectivo. Mola. De verdad.

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