miércoles, 23 de mayo de 2012

Cuando tocan el pito

 Al final todo se reduce a tocar el pito o no dejarlo tocar. Y Aguirre o la cólera ultraliberal lo toca mejor que nadie, mientras se  envuelve en su banderita y se perfuma con aromas antiguos de cabos de cuartel y sacristanes.

Aguirre suele decir barbaridades. Sin sentidos, o mentiras a la pata la llana que hacen sonrojarse a las piedras. Ahora chifla y prohíbe chiflar a otros y les manda a los guardias, les lleva ante los jueces o les suspende el partido de futbol. Sin despeinarse, ha montado en cólera tridentina, esa que comparte con Nación Española, y ha sublevado a la sensatez de la ciudadanía e, incluso, a la de sus propios compañeros, que no siempre pueden presumir de esa virtud.

Son cosas de familia. Que lo resuelvan entre ellos. Como es cosa de fútbol tampoco me atañe. Que las federaciones, el autor de la Marcha Real o el donante de la Copa célebre, entre cacería y cacería, lo diriman con ella.  Paso de ultrajes a símbolos e instituciones que no sienten ni padecen; que no han merecido respeto ni lo han ganado con el paso de los años. Más bien, lo han ido perdiendo entre sumarios, atestado, sobreseimientos y demás enmascaramientos de la realidad.

Atenta más contra la contra la dignidad ese silencio negro de Aguirre sobre el informe UNICEF de exclusión infantil en España. Los 200.000 nuevos niños en ese riesgo; las 700.000 familias sin ingresos no han merecido una palabra de apoyo ni consuelo de una Presidenta envuelta en trapos de colores o escuchadora ensimismada de fanfarrias desafinadas.

Su hubiera que calificar algo de ultrajante, señalaría esto. Es lo más indigno, lo más inhumano de esta nueva estupidez tridentina. Las chifladas suelen acabarse más temprano que tarde y dependen de las cajas torácicas de cada cual. Los himnos y banderas lo aguantan todo; hasta las matanzas y degollinas generales que los legitiman. Las pintadas se borran y los pasquines se degradan. A remate, solo quedan esas cifras, un futuro negro para esas familias y el silencio atronador de Aguirre sobre ellas. Eso es lo ultrajante. Eso y que se vista de guindilla de la Restauración y nos diga que aquí, la única que pita es ella que el resto ni tocamos el pito ni tocamos ná. Talmente como en la Verbena de la Paloma

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