jueves, 7 de junio de 2012

Salir del Sistema

Si no se les quiere dejar caer, vamos a obligarles a abandonar el sistema financiero con sus propias armas, con sus propias reglas y métodos. Y la mejor forma de obligarles a realizar la reforma que necesitamos, no la que desean los bancos fallidos, es retirar los fondos y cerrar las cuentas en los que defraudaron la confianza colectiva.

No nos ha colocado en esta situación aquella fiesta que ni vimos y cuyos costes pagamos todos nosotros, excepto los verdaderos responsables. Tampoco nuestro atolondramiento, si es que lo hubo,  o esa escasa ‘cultura financiera de los ciudadanos’ que nos achacaba el Banco de España y que quería remediar a base de cursos formativos cuando ya todo ha reventado y los cascotes amenazan aplastarnos.

Tengo la seguridad de que, si el sistema financiero va a reformarse, lo hará en función de sus intereses delincuentes y con el motor y complicidad de la clase política. No tenemos capacidad de intervención ni de acción ni influencia. Las sucesivas reformas civiles nos dejan a la intemperie frente al autoritarismo que ha nacido. Opinar ya no es un derecho, es casi un delito. Oponerse no es una opción ciudadana; es un síntoma de antipatriotismo sedicioso sobre el que cae, a la menor oportunidad, todo el peso de una ley ancha para los poderosos y estrecha para los desfavorecidos.

Va siendo hora de que barajemos otras posibilidades ciudadanas. Otras formas de acción. Si los bancos han dilapidado los fondos que les confiamos, vamos a obligarles a devolverlos. Es fácil. Retiremos nuestros fondos. No merecen nuestra confianza y no podemos dejarles que los utilicen en nuestra contra. Entonces, tendrán que intervenir los mecanismos de garantía que, ahora si, deberán ser empleados en los fines legítimos para los que se crearon, pese a sus sucesivas reformas tramposas.

Ahora lo tengo claro. Tenemos que salir del sistema. Debemos salir de este sistema, romper sus reglas de juego, abatir el tablero y la única posibilidad es dejarlos caer. De grado o por fuerza. No podemos seguir coexistiendo con bancos tramposos, directivos estafadores, inversores codiciosos y especulativos en alianza con una clase política cruel, feroz e insensible. No nos lo merecemos. Vamos a quitarles nuestro dinero. Poco a poco o de una vez, de manera unánime o individual. Es nuestro pero, hay que lamentarlo, “son de la materia de la que están hechos los sueños”. Los nuestros. No todos ellos, claro está, pero si de una gran parte con los que imaginamos el futuro.



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