viernes, 2 de marzo de 2012

Parados de larguísima duración

Medio millón de personas no volverán a trabajar. Son mayores de 50 años o más, ‘parados de larga duración’. Deberían llamarlos desempleados sin esperanza pero se ha acuñado ese eufemismo para no echar gasolina al fuego. En realidad, son el éxito absoluto del mercado que optimiza el beneficio con la adecuación de la oferta y la demanda. Son bienes económicos, puras mercancías, medio millón de personas de bajo coste y mínimos derechos en un marco de ciudadanos low-cost.

Medio millón de parados de larga duración abultan lo suyo. Uno de cada 10 desempleados con las cifras de febrero en la mano. Colocados uno al lado del otro, tocándose la punta de los dedos, forman una cadena que cubre 20 vueltas completas al Ecuador y sobrarán unos cuantos. Una tontería, lo se. A santo de qué se iban a colocar de manera voluntaria o por fuerza. Lo digo por qué mira que es difícil no reparar en una cadena humana de esa magnitud.  Podemos  atisbar las interioridades de cualquier galaxia con un detalle obstétrico pero nos pasan desapercibidas medio millón de personas de las que nadie habla. Algo extrañísimo.

Ya no serán un recurso baldío, ahí tumbados los lunes y días sucesivos de la semana al Sol. Fátima Bañez ha reparado en ellos y está decidida a emplearlos en trabajos de interés general, lo más parecido a una versión hispana de las cadenas de presos en La Leyenda del Indomable. La Ministra lo anunció como quién no quiere la cosa, afirmando que la legalidad ya lo permitía. Y es cierto, aunque lasusodicha legalidad no es reciente. Fue publicada en circunstancias económicas y sociales muy similares durante 1.982. Por no faltar, ni faltaba la sequía. Pertinaz y aguda sequía.

Se ha necesitado poco esfuerzo para lograr un prodigio legislativo que permanece en vigor 30 años sin cambiar una coma. Ha sido así en 1982, 1984, 1985 y 1994. Cuando Fátima Núñez eche mano de la norma será el segundo texto legal más longevo tras nuestra Constitución. Quizás tan ineficaz como los anteriores, -en todos estos años no es posible encontrar un simple balance oficial de sus resultados-, pero, al menos, va a lavar un buen montón de conciencias, acallará el griterío de Rousell, silenciara las evocaciones de Laponia, optimizará los excedentes empresariales y, lo más importante, mantendrá el temor social de los demás currelas con su condición ejemplarizante.  A eso vamos.

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