viernes, 16 de marzo de 2012

No es un plan, es un planazo

Millar de millones arriba o abajo, la deuda local asciende a más de 17.000 millones de euros si la limpieza del cajón municipal de las facturas perdidas o la legalidad de las ingenierías contables puestas en juego es extrema. La cifra es, también, el  valor de las armas compradas en 2011; el gasto en el Programa de Inversiones en Infraestructuras Sostenibles o el total de los capitales fugados de España entre enero y marzo del año pasado.

Los ayuntamientos pondrán sus cuentas a cero pero todo puede volver a ocurrir. El plan es un planazo, un auténtico negocio para la banca pero no conlleva medidas de intervención más simples, menos costosas y más rápidas de las administraciones para impedir la repetición de los saqueos. Marbella tuvo su primera aparición pública en  1.999, después del primer encarcelamiento de Jesús Gil, delincuente convicto y confeso. Hubo sucesivos rebrotes pero hasta 2006 no se iniciaron las primeras investigaciones policiales. Todavía no está visto para sentencia.

Las reformas legislativas han incapacitado los mecanismos administrativos de control interno. La capacidad de los Secretarios Generales e Interventores en los Ayuntamientos ha disminuido con ellas y a estas alturas no  pueden obstaculizar ni impedir maniobras contables oscuras, las contrataciones injustas, los sobreprecios en los suministros, las recalificaciones urbanas innecesarias, las subvenciones ilegítimas y toda la cohorte de actos turbios y delictivos que acompañan a las Administraciones Locales de España país que comparte ranking corrupto con Botswana, Puerto Rico o Portugal.

Igual suerte han corrido los órganos externos de control como las Cámaras de Cuentas. Medios insuficientes y raquíticos no garantizan la legalidad del tráfico económico de 8.000 municipios, 41 diputaciones, y más de 4.000 empresas públicas locales. No es de extrañar que  la palabra diputado provincial, tal y cual lo era Balbás en Pontevedra o Carlos Fabra en Castellón, sea sinónimo de presunto implicado.

Lo que tenga que ser será. Pero existe el mismo número de posibilidades  de ayer para que abuelitos cariñosos sigan edificando aeropuertos inútiles, desarrollos urbanos vacíos o monumentos carísimos sin sentido. Váyase una cosa por la otra. Al cambio, tendremos un ejército de nietecitos felices.

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