Aranjuez Ahora ha realizado un ofrecimiento generoso al Gobierno municipal
para afrontar la situación tan grave ocurrida en Aranjuez. Es una actitud muy valiosa
y responde a los mejores valores de esta formación política emergente. Es de
esperar que el Gobierno socialista acoja en lo que vale esa propuesta
desinteresada y la aplique a la gestión de daños y la compensación de
desperfectos. Pero no puede desentenderse de las
deficiencias que han lastrado la respuesta de la Institución municipal que sienta sus raíces en años de degeneración organizativa y métodos de actuación inadecuados.
Sea como sea, hay que decir que el Plan Territorial de Protección Civil para
Aranjuez fue aprobado en marzo de este mismo año en cumplimiento de una ley nacida
en 1986. Ha
llegado con ¡29 años! de retraso y desde entonces se han sucedido varios acontecimientos de este tipo. Seguro que su aprobación no hubiera podido evitarlos. Pero su
ausencia, junto con la abulia municipal de varios gobiernos o su incompetencia, han
agravado los daños sufridos por la población.
Cristina Moreno manifiestó en los medios la ausencia de recursos municipales materiales y humanos
para afrontar estas calamidades y proteger la seguridad física o económica del
vecino. La situación no es extraordinaria. Es lo usual en muchas administraciones
locales tras los años de saqueo y malversación de bienes y caudales que hemos
vivido y aún no han cesado. No hace falta insistir en ello. Pero esta vivencia
desafortunada tiene moraleja. Puede proporcionarnos experiencias valiosas.
Primero:
una Institución municipal no puede afrontar la vida diaria ni sus eventualidades
a golpe de whatsapp o de llamamientos en las redes sociales. Son valiosos, por
supuesto. Hablan de la extraordinaria pasta de la que están hechos los vecinos
de Aranjuez, pero su seguridad no puede correr el albur de la sola respuesta colectiva
voluntaria.
En segundo lugar, hay que aceptar que los Ayuntamientos son la primera línea
de contención ante la desgracia y el infortunio. Por eso se dotan de planes de
actuación, de procedimientos ordinarios y extraordinarios con los que afrontarlas.
Destinan recursos a abasterse de medios materiales, técnico o humanos y
preparan sus acciones futuras de tal forma que contemplen las situaciones nacidas
de su evolución, lo que no ha sucedido en el pasado y debería enmendarse.
Claro que se puede fiar todo a la solidaridad del vecino, a la ayuda mutua,
- cosa perfectamente legítima-, pero si eso fuese a ser así, no estaría de más
que se expresara y que estuviera claramente definido en un plan detallado,
consensuado y accesible a todos, algo que no ocurre ahora.
En tercer y último lugar debe haber y ejercitarse la capacidad de decisión.
Cualquiera de esas dos líneas de trabajo es valida pero corresponde al
representante público optar por una de ellas y es la más meritoria virtud de su naturaleza.
Sustituirlo por la inacción o la palabrería tecnócrata en vez de por el cumplimiento de la norma no
es una opción. Deja desprotegido al vecino, una variable más del “esperanzaguirrismo”,
y olvida que la atención al vecino constituye la esencia del municipalismo. Su
mejor resumen y guía lo hizo Tierno Galván en una época en la que florecían los
proyectos alocados de futuros modélicos entre alcaldes de todo tipo. Cuando le preguntaron
para que servía un alcalde él contesto: Tengo un trabajo muy sencillo. Hacer que
el agua salga por los grifos.
Fotografía: David Ruíz.
https://www.facebook.com/ecamcito
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