viernes, 11 de noviembre de 2011

Una alcaldesa en un sinvivir

Comprendo el estado de abandono y dejadez de la ciudad en la que vivo. No es la desidia. No es la incompetencia, la desorganización de los servicios públicos o los déficits presupuestarios. Los hay pero no son la causa. Nuestra alcaldesa está en un sinvivir. Un comecome que ni la deja respirar, ni soñar, ni dormir mientras la maldita oposición respire. No una, ni otra, sino esa maldita oposición que opina y se expresa. Esa maldita oposición que es forma y expresión del sentir colectivo ciudadano.

Y, claro está, esa preocupación primigenia y telúrica; madre de todas las preocupaciones, no la deja gobernar. Es comprensible. No debe haber nada más aterrador que concluir, como Hegel, que todo cambio social nuevo lleva en sí el germen de su propia transformación. O que, al fin y al cabo, la política se ha reducido a una reedición del “los nada de hoy todo han de ser” que canta La Internacional.

A despecho de problemas viejos, nuevos,  reeditados, irresolubles o irredentos que cubren la Institución Municipal; la alcadesa en un sinvivir está embarcada en una producción delirante de folletos y panfletos para ejercer de acusica de los anteriores gobiernos; poco mas o menos en la dirección opuesta a lo recomendado por Ruiz Gallardón en sus debates electorales que recomendaba gobernar en futuro.

 Aunque, ¡qué más da! Ella a lo suyo. Con un par. Nos hundimos en la mierda; una grandiosa y profunda mierda nacional pero, ¡qué coño!, al menos lo hacemos con la vista al frente, cantando Montañas Nevadas y soplando en la corneta el toque de “A degüello” de la fiera caballería española, centaura legendaria. ¡Qué cuatro años nos esperan, Jesús! ¡Que cuatro años nos esperan!.



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