martes, 8 de febrero de 2011

Un alcalde en un cortijo

El Cortijo de San Isidro es una alcaldía pedánea del Ayuntamiento de Aranjuez. Viene a ser una suerte de misión municipal en un barrio alejado del centro de la población y nutrido por sus arcas municipales.

Es un lugar precioso. Diseñado por ilustrados. Concebido para extender las ideas económicas avanzadas de las Sociedades de Amigos del País, está compuesto de pequeñas manzanas porticadas construidas alrededor de una plaza central donde se alza una recoleta ermita neoclásica del santo labrador.

Aunque no habrá futuro para él. Su alcalde ha incubado el mal que aqueja a cientos o miles de alcaldes de nuestro país infortunado: El de imaginarse ser el dueño del mundo o  protagonista de similar corrido mexicano y, por tanto, superior a cualquier ley, norma, reglamento o decreto que no haya sido concebido con su escroto o bendecido con una pasada en toda regla por similar sitio.

Menos perezoso que corto ha declarado las hostilidades al ayuntamiento que mantiene sus presupuestos anuales. Más de 1000 Has. de terreno están en el origen del asunto. No ha sido suficiente el maltrato a este territorio de la mano de los alcaldes de Aranjuez. Hay que colmatarlo con hileras de pequeñas casas aunque no haya quién las compre. Ajeno a cualquier orden y concierto legal, a despecho de tribunales, este bárbaro quiere remediar el olvido y trazar nuevos caminos y promociones para remediar el craso, el tremendo, el terrible error de aquel monarca ilustrado y razonable.  

Si no fuera por que representa lo más encanallado de la clase política local en estos tiempos, habría que apoyarle en sus desafueros para que lo rídiculo de sus propuestas sirviera de escarmiento y le impidiera cualquier forma de exposición pública, salvo la de la vergüenza. Si. Por favor. Que tenga competencias propias, administración propia, presupuestos propios y supongo que, en un más allá propio de Berlanga, un médico, un cura, un maestro y un boticario, todos propios; además del imprescindible cabo jefe de puesto de la Benemerita que pegue tiros al aire gritando: ¡Esto es un sindios!.

Se lo merece, coño.

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