miércoles, 19 de septiembre de 2012

Ni galgos ni podencos

Señor.
Acuso recibo de su atenta del pasado 18 de septiembre y no discutiré si son galgos ni podencos. Tengo claro quienes han sido. Incluso si Su Majestad prestará más atención a su entorno, podría identificarlos solo por el brillo marfileño de sus mandíbulas, acostumbradas a tragarse tres o cuatrocientos ciudadanos a modo de desayuno. De no recordarlo, su Valet de Chambre podrá aleccionarle sobre sus nombres. Sin embargo, estoy confuso. Sin duda alguna, podría identificarlos con poco esfuerzo regio a poco que tirara de archivo nobiliario. Los encontrará en las credenciales que extendió Su Majestad misma nombrándolos Marqueses de tal o Baroneses de cual. A voto pronto se me ocurre el ejemplo magnífico de la Condesa- consorte de Murillo y Grande de España, título que, asociado al de presidenta de la Comunidad de Madrid, viene a ser un chascarrillo digno de cualquier Club de la Comedia.


Los encontrará, también Vuestra Majestad, entre plebeyos visitantes ocasionales de su real casa. Plebeyos pero banqueros de mucho ringo rango que han sepultado las finanzas públicas españolas bajo capas geológicas de deuda bancaria impagada y convertido a mi país en una losa continua de cemento hidráulico alicatado hasta el techo. Cuente Vuestra Majestad entre los responsables a esas oleadas de Ministros, Consejeros, Concejales, Presidentes de Diputaciones o de Gobierno a los que ha conocido en los besamanos pagados con la parte alícuota de mi IRPF; no con la de ellos que, como Vuestra Majestad bien sabe; sea por experiencia propia o por lo que se lo haya contado su sacro real yerno, están exentos de tributación, no deben declarar ante nadie o si deben, se envainan ese concepto preciado de patria que les obligaría moralmente y evaden todo lo evadible hacia tierras más comprensivas con los capitales saqueados.

A decir verdad, Señor, juega con ventaja. Vuestra Majestad tiene quien le escriba, notable privilegio que le diferencia del célebre coronel literario. Pero, repare que lo hace mal, torpemente y no bajando a la arena de la situación que vivimos las familias reales de este país. El  escribiente le quita a Su Majestad los últimos restos de legitimidad que pudieran quedarle por muy dignamente que los cosechara. Que lo hizo y  sin discusión posible.

Hierra vuestro escribidor. No han sido galgos ni podencos, ¿Como van a tener la culpa unos miserables perrillos?. Han sido los saqueadores. Gentes, ya le digo a Vuestra Majestad, capaces de merendarse cada tarde, después de la partida de golf, el futuro de 1.000 o 1.200 niños, firmar ERES para 2.000 o 3.000  trabajadores, desmantelar el estado de derecho, cercenar las libertades colectivas e individuales, poner cara de póker después y gritar a los cuatro vientos: ¡Han sido los mercados, han sido los mercados!.

¿Comprende Vuestra Majestad?. No hemos sido los ciudadanos. Han sido los saqueadores y la metáfora de los perros es muy acertada y comprensible si se refiere a ellos. Quizás tenga posibilidad de afirmarlo y utilizarla en una próxima epístola dirigida a los poderes financieros, a la trouppe de la élite política, al conjunto de empresas que saquean recursos extranjeros y  que, cuando otros igual que ellos se las dan bien dadas, corren pidiendo ayuda a los ciudadanos y gritando: ¡Roban a la Patria! ¡Sus y a ellos! ¡Vivaeeeeeeeespaña!.

Vuestra Majestad entenderá que deseche su llamamiento por que no comprendí sus sonrisillas satisfechas con el Presidente Rajoy cuando le  anunció las medidas injustas e insolidarias contra la mayoría de los ciudadanos españoles.  Asistí atónito a sus miradas  a otro lado cuando su sacro real yerno imputado saqueaba administraciones públicas compinchado con políticos igualmente corruptos. Por esas y algunas razones más no entiendo ahora su convocatoria a defender una patria común, reclamando 'una acción decidida y conjunta de la sociedad, a todos los niveles, en defensa del modelo democrático y social que entre todos hemos elegido'.

¿Sabe Señor? creo que es así por que miro a  mi alrededor y no reconozco el país que ayudé a construir. Debía ser ecuánime, justo, generoso, de todos y para todos y lo han convertido en una finca particular y exclusiva de los capitales especuladores, las grandes concentraciones industriales y algún que otro grupo mafioso subterráneo. Es decir, Señor,   a este imperio austrohúngaro de opereta de enredo, sin un Berlanga para contarlo, que todos ustedes, incluida Su Majestad, están contribuyendo a crear, ya no puedo reconocerlo como ni como mio ni como patria. Vuestra Majestad sabrá disculparme. A mi me borra del libro.
Reciba Vuestra Majestad el testimonio de mi consideración.

No hay comentarios:

Publicar un comentario