A estas alturas ni está ni espero al gobierno local. Vive sumido en una especie
de sopor catatónico ante la realidad que pasa por
delante suyo. Es ese sopor casi religioso que acometía a los
clásicos y los paralizaba. Creo que si sus cargos electos despiertan estos días y nos preguntan qué es política
habría que responderles: “lo que está pasando en la calle mientras dormitas”.
Lo define muy bien un antagonismo sorprendente entre esta ciudad y las que han sufrido la metástasis púnica. Allí se abren comisiones
investigadoras tras el relevo electoral. Aquí no. Deben
haberse acostumbrado a la siesta otoñal, a este dejar pasar las cosas contemplando
el amarillear de la vegetación, aunque tengamos nuestro relato negro propio de almuerzos
furtivos, encuentros con concejales y funcionarios, pagos a gestoras
delincuentes o intentos de implicarse en empresas púnicas cuando el nombre de
Francisco Granados rendía beneficios. Pero no. No hay intención de darse por enterados, una opción más pero necesaria teniendo en cuenta que el período de tiempo del Sumario Púnico
abarca cuatro mandatos municipales. Sólo hay voluntad de continuar la siesta.
La gestión diaria viene teñida de la misma tónica. En cinco meses, el jolgorio inicial se ha transformado en sueño perfecto. Nos han azotado contingencias severas, aunque no tan terribles como para haber paralizado una institución dedicada al servicio al ciudadano. Imprevisión, sorpresa, pánico
han caracterizado las respuestas municipales. Aquella que llamaba a voluntarios
para mandarlos a casa al segundo siguiente por no disponer de medios y seguros fue de traca. Necesitaron despertarse. Haber mandado a casa a varios cargos electos ante su incompetencia manifiesta que enlaza con otras perlas semejantes del
Partido Popular en su mandato anterior.Pero, tras el turbión, terrible si, pero turbión al fin y al cabo, no lo hicieron y se siguió optando por el sueño reparador
Así seguimos. 150 días debe ser un tiempo insuficiente. Puede comprenderse, pero ¿ tan escaso que impida un
esbozo de actuación global?. ¿Tan poco que nos dejen sin planes de
actuación ante las contingencias?. O sin actuaciones ante cerramientos que se
derrumban y dejan los cascotes sobre las aceras durmiendo el sueño de los
justos. ¿Sin rutinas regulares ni procedimientos en la prestación de los
servicios, en el mantenimiento del alumbrado, redes semafóricas, del mobiliario
urbano o en las vías de comunicación interurbanas donde se conduce con grave
riesgo de la integridad?. No. La insuficiencia del tiempo ya no puede aducirse como razón para la somnolencia.
Aranjuez comienza a parecerse a un circo cutre. Una ciudad que cierra sus dos únicas piscinas cubiertas al tiempo, que se queda sin biblioteca o donde los vecinos deben avisar por teléfono de la primera edil para resolver socavones o averías, es de una comicidad berlanguiana, dramática, pero berlanguiana. Y el sopor gobernante parece contagiar a los propios grupos de
oposición con su labor constitucional de control bajo mínimos. Les bastaría con
sacudirse, levantarse, lavarse la cara y salir de este estado que amenaza con
invadirlo todo.
Pero no parecen dispuestos. ¿Causas?. Más allá de toda razón. Solo me viene la referencia cinematográfica, igualmente lejana, de ‘El año de las luces’ de Fernando Trueba. Aquella escena donde Jorge Sanz
pregunta a Manuel Alexandre, un
excombatiente anarquista que reza ante un icono de San Buenaventura Durruti: ¿Y
usted abuelo como ha llegado a esta situación?. Y la voz cascada y burlona de
Aleixandre lo resume con resignación: “Pues ya ves. Degenerando, hijo, degenerando. No me lo hagas recordar”. Y no parece que vaya a escampar.