viernes, 20 de abril de 2012

Inicuo Rajoy

No hace falta mucho espacio para comentar la desagradable conjunción entre la imagen de Mariano Rajoy tocado con birrete y sus afirmaciones, avaladas por las decisiones de hoy del Consejo de Ministros. Es malvada, injusta e inicua. Como si un verdugo adoptará la indumentaria del condenado en el día de la ejecución. ¿De verdad todo esto está ocurriendo?


viernes, 13 de abril de 2012

¡Disuélvase!

La verdad es que la ocurrencia última de la criminalización de la resistencia pasiva me deja estupefacto. No es que no quiera aceptarlo, que tampoco, es que me lo impiden las leyes generales de la Física.

Tras el anuncio, sumergido en esta trufa de eufemismos gubernamentales –ajustes, recortes, activos ocultos, etc.- con los que nos están saqueando el futuro, recordé una de las manifestaciones previas a la transición española en plena Avenida de San Diego.

Un policía armado tundaba con la porra a modo a un solitario manifestante tópico, barbudo y con trenca. ‘¡Disuélvase!, gritaba el energúmeno uniformado mientras sacudía con la defensa al rebelde. O sea. Lo deslomaba a palos. Sus balbuceos eran apenas audibles entre los gritos del apaleador: '¡No puedo, no puedo. Si estoy solo!' Y era verdad. Tanto el hecho de su soledad, - el resto de los rebeldes ya se había escabullido por el endiablado trazado de esa parte de Madrid que linda con el Pozo del Tío Raimundo- como por la sinrazón del mandato.

No quiero parecer cerril y tozudo. A decir verdad, soy dócil y lleno de mansedumbre. Me han ajustado, reformado, recortado, retractilado, rebajado, disminuido hasta decir basta desde la primera crisis del petróleo. Sucesivos parlamentos y por unanimidad, han elaborado montones de leyes en mi contra, han defenestrado derechos, pasado por alto leyes u ocultado reglamentos beneficiosos para mí. Y ni pío, oiga.

Pero no podré cumplir esta nueva exigencia. No por mí. Por las leyes. De la Física digo. En condiciones normales, piden un fuerte disolvente para disgregar el cuerpo humano en sus componentes esenciales. Y por ahí no paso. No voy a aceptar ese baño de ácido con el que quieren obsequiarme estos trileros. Mis componentes esenciales son míos y forman un todo armónico. Es lo único que me va quedando. Cuando el Parlamento comience a discutir esa ley, me tendrán en los jardincillos de enfrente; callado, expectante y pacífico a más no poder, pero rebelde. Aunque me tunden.